lunes, 27 de abril de 2009

Soñando

Dicho y hecho. Cristian soñó. Estaba sobre un fondo de arcoiris. Un arciris que giraba sobre sí mismo llenadolo todo. Pero no era un cartón pintado, ni un juego de luces. El arcoiris se dilataba y abrazaba a sí mismo. Palpitaba. Cerca bailaban loq ue en su mente había identificado como hippies. Una chica con una corbata en la cabeza y con una camisa de hombre. Dos tipos con pelos largos desarreglados, cintas en la frente, el torso descucbierto, pantalones anchos y enormes gafas oscuras cubriendo sus ojos. Otro par de mujeres con el pelo igual de largo, camisetas de tirantes ajustadas, pantalones también anchos. Todos descalzos. Todos bailando. Allí apareció un joven adolescente que desentonaba. Iba de rapero y su rostro lo cubria una capucha. Esa era la imágen que tenía de si mismo Cristian cuando era un adolescente. Nadie se extrañó con su presencia. Solo la pequeña llama de fuego que surgió del suelo. Los hippies se apartaron y desaparecieron, nadie sabe por donde. El fuego quemaba, pero él no retrocedió, ni cuando la llama creció y con ella, el calor. algo nadaba dentro del fuego que se elevaba hasta ese cielo multiculor. Algo crecía. Ese algo tomaba una forma humana. Una forma femenina. una forma diabólica. Un pelo rojo llamarada que llegaba hasta sus piel, unas curvas demasiado peligrosas como para tocarlas sin temerlas. Una sonrisa maquiavélica. Unos ojos hechos de llamas. Un rostro conocido. un cuerpo descubierto. El fuego se apagó y el rojo del cuerpo de aquella chica tomó un tono más rosado. El pelo era castaño claro y no tan claro, aunque casi igual de largo, llegaba hasta su cintura. El Cristian del sueño sudaba por el calor que seguía emitiendo ese ser nacido del fuego e impresionado cayó de rodillas, nervioso, asustado. La chica conservaba esa sonrisa temible y esos ojos ardientes. al fijarse en ellos se sucedieron una serie de imágenes: ella en el bar, en el billar; él la vacilaba, ella contestaba; los días seguidos de partidos de billar, juntos y unidos; el primer beso, el primer bofetón; el segundo beso, el tercero, el cuarto...; el amor; el amor físico; el encontronazo, la pistola, el grito, la carrera; la ruptura; el inmeso dolor en el interior de lo más profundo de su ser; la segunta ruptura; la segunda carrera; la mudanza... Él no pudo mantener más los ojos en esas llamas redondas que lo observaban. Comenzó a sentir la quemazón, el ardor, el dolor. Todo se quemaba y él también. Vio como su cuerpo comenzaba a deshacerse en polvo. Era cenizas. No podía soportar el calor de ese cuerpo de mujer. Y despertó. No grito, pero se incorporó lleno de sudor, temblando y con nervios. Abrazó sus rodillas y suspiró: Alicia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario