jueves, 30 de abril de 2009

Lluvia

Apoyó el pie contra la pared para estar más cómoda. Ya tenía la espalda apoyada contra el cristal. soltó el humo de sus pulmones y lo dejo salir libre, a su aire. Tiró la ceniza al suelo y miró al frente. Estaba empapada. Llovía. Como siempre se había dejado el paraguas en algún lado. Posiblemente a casa. Había caminado tranquila hasta mojarse, hasta que la lluvia dio lugar a un dilubio. No tenía prisa, pero tampoco se podía quedar allí todo el día. Por eso mismo no lo penso. Laura era así, una chica de acción, una chica de reacción. Una chica de ciencias no-exactas que hacía las cosas sin pensar en las consecuencias. Solo vio dos cosas. Alguien que iba a paso lento y un paraguas amplio. corrió y se coló debajo del paraguas. Se tomó la libertad de enlazar su brazo con el del chico que llevaba el paraguas. alzó la cabeza para mirar al chico. Este parpadeó y acabó sonriendo. esa sonrisa atravesó a Laura de parte a parte. Lentamente, dubitativa fue esbozando una sonrisa, cada vez más amplia y sincera. El cielo gritó. El cigarro cayó al suelo. La escena fue iluminada por varias antorchas azules y moradas brillantes que pasaron lejos por encima de sus cabezas, provocadas por el choque de las nubes que debían estar peleando a muerte.

miércoles, 29 de abril de 2009

Alicia en el País de las Maravillas

Alicia estaba sentada en el porche de una típica casa de campo americana. Estaba en un sofá de mimbre, miraba e intentaba leer un libro. Pero su cabeza se alzaba continuamente para mirar como jugaban a lo lejos. A pesar de la distancia podía ver perfectamente que eran un niño y una niña.Que era rubios y tenían los ojos azules. La parte de Alicia que era consciente de que todo aquello era un sueño, se preguntó como podía tener dos hijos rubios y de ojos azules sino conocía ningún hombre con esas características y, evidentemente, esos rasgos no podían haberlos heredado de ella. La parte de Alicia que creía que todo aquello era real, sonrió, bajo la vista al libro, su libro favorito, y releyó por decimonovena vez la misma línea. En mitad de toda aquella mezcla de sensaciones y pensamientos, un par de pies asomaron desde el interior de la casa. Ambas partes de Alicia supieron que era el padre de los niños, una figura que transmitía algo de autoridad, seguridad y tranquilidad. Ambas partes de Alicia comenzaron a girar su cabeza para mirar a ese hombre. No puedo ver su rostro. la burbuja del sueño estalló con el repiqueo de un sonido contundente producido por el despertador. La Alicia que se negaba a despertarse tuvo que moverse por su cama hasta llegar al despertador y apagarlo con un golpe seco. Abrió despacio los ojos y miró a su alrededor. Su cama estaba vacía. Suspiro. Y se levantó.

martes, 28 de abril de 2009

Intimidad

El aire en la habitación se movía de forma desigual y estaba caldeado. Salía de una boca para casi entrar en otra. Pequeños ruidos, roces, algo húmedo que besa una piel suave. el sordo chirrío de unas uñas bajando por una espalda. Alguien exhala. Alguien gime. alguien contiene un jadeo. Labios ansiosos que se hunden en una boca deseosa. Dos cuerpos desnudos que se funden, se unen y se separan alternativamanete. Unos dedos sedientos que se alimentan de las gotas de sudor que el calor de sus cuerpos va creando. Escalofríos y temblores recorren sus cuerpos haciendo que las mismisimas llamas del Infierno ardan a su alrededor. Una espada que se asquea. Un sonido ahogado y prolongado al que se une otro poco a poco. Un rozamiento que se va deteniendo despacio. Más labios que se juntan y lenguas que se tocan. Susurros y caricias. Palabras tiernas y respiraciones que se relajan. Movimientos de sábanas. Abrazos. Dos cuerpos juntos, pero ya no mezclados que poco a poco se van durmiendo. Dos corazones diferentes, independientes, que desde ese instante laten como si fuera solo uno.

lunes, 27 de abril de 2009

Hoy

Habían pasado 11 años desde que Alicia había desaparecido. La vida había seguido su camino. Lo último que ella recordaba de Cristian era como llamaba desesperadamente a la puerta de la cada de la chica y como su padre gritaba que se largara. Aquel viejo taxista creía que Cristian había intentado aprovecharse de ella. No podía contar la verdad. No podía contar como había amenazado a un tipo que iba borracho detrás de ellos con una pistola por creer que pretendía robarles. No había podido creerlo. Quería despertar de esa pesadilla en la que aquél chico tierno, bueno, gracioso, aunque un poco vacilón y creído; llevaba un arma escondida en el pantalón desde que lo había conocido. Sintió miedo, terror, salió corriendo. Él intentó sin éxito alcanzarla, hablar con ella, volver a verla. Ella se negó en rotundo. lo último que supo era que se había marchado con su familia de la ciudad. Sonó el timbre del ascensor, se arregló un mechón rebelde del pelo y salió. saludo a sus compañeros y entró en la sala de reuniones. Había nuevas incorporaciones al proyecto. Llegarían enseguida. Alicia no los vio llegar, su silla daba la espalda a la cristalera. al escuchar la puerta se levantó. lo hizo dificil, giró la silla al lado contrario por el que habían entrado, se colocó la falta y la chaqueta aún sabiendo que le veís, se giró, extendió la mano, alzo la vista y su voz enmudeció al ver ese rostro que el paso de los años no había casi cambiado. Él también la reconoció. Ella habló primero, susurrando un nombre: Cristian

Soñando

Dicho y hecho. Cristian soñó. Estaba sobre un fondo de arcoiris. Un arciris que giraba sobre sí mismo llenadolo todo. Pero no era un cartón pintado, ni un juego de luces. El arcoiris se dilataba y abrazaba a sí mismo. Palpitaba. Cerca bailaban loq ue en su mente había identificado como hippies. Una chica con una corbata en la cabeza y con una camisa de hombre. Dos tipos con pelos largos desarreglados, cintas en la frente, el torso descucbierto, pantalones anchos y enormes gafas oscuras cubriendo sus ojos. Otro par de mujeres con el pelo igual de largo, camisetas de tirantes ajustadas, pantalones también anchos. Todos descalzos. Todos bailando. Allí apareció un joven adolescente que desentonaba. Iba de rapero y su rostro lo cubria una capucha. Esa era la imágen que tenía de si mismo Cristian cuando era un adolescente. Nadie se extrañó con su presencia. Solo la pequeña llama de fuego que surgió del suelo. Los hippies se apartaron y desaparecieron, nadie sabe por donde. El fuego quemaba, pero él no retrocedió, ni cuando la llama creció y con ella, el calor. algo nadaba dentro del fuego que se elevaba hasta ese cielo multiculor. Algo crecía. Ese algo tomaba una forma humana. Una forma femenina. una forma diabólica. Un pelo rojo llamarada que llegaba hasta sus piel, unas curvas demasiado peligrosas como para tocarlas sin temerlas. Una sonrisa maquiavélica. Unos ojos hechos de llamas. Un rostro conocido. un cuerpo descubierto. El fuego se apagó y el rojo del cuerpo de aquella chica tomó un tono más rosado. El pelo era castaño claro y no tan claro, aunque casi igual de largo, llegaba hasta su cintura. El Cristian del sueño sudaba por el calor que seguía emitiendo ese ser nacido del fuego e impresionado cayó de rodillas, nervioso, asustado. La chica conservaba esa sonrisa temible y esos ojos ardientes. al fijarse en ellos se sucedieron una serie de imágenes: ella en el bar, en el billar; él la vacilaba, ella contestaba; los días seguidos de partidos de billar, juntos y unidos; el primer beso, el primer bofetón; el segundo beso, el tercero, el cuarto...; el amor; el amor físico; el encontronazo, la pistola, el grito, la carrera; la ruptura; el inmeso dolor en el interior de lo más profundo de su ser; la segunta ruptura; la segunda carrera; la mudanza... Él no pudo mantener más los ojos en esas llamas redondas que lo observaban. Comenzó a sentir la quemazón, el ardor, el dolor. Todo se quemaba y él también. Vio como su cuerpo comenzaba a deshacerse en polvo. Era cenizas. No podía soportar el calor de ese cuerpo de mujer. Y despertó. No grito, pero se incorporó lleno de sudor, temblando y con nervios. Abrazó sus rodillas y suspiró: Alicia.

domingo, 26 de abril de 2009

Malo, malo, malo eres.

Cristian se apartó d ela mesa y se reclinó en la silla, poniendo las manos detrás de la cabeza. En momentos así echaba la vista atrás, a la adolescencia, cuando no habría rechazado tres veces una oferta para salir a dar una vuelta. Por entonces era justo al contrario, tenía que buscar excusas para rechazar quedarse en su casa. Por aquella época vivía al límite pero sin pasarse en algunas. No tomaba más drogas que el tabaco y el alcohol. Hablaba, se reía, se divertía. Y trataba mal a las chicas. No era algo excesivo. No se trataba de levantarles la mano. No, él hacía otras cosas. Se acercaba despacio ha hablar, hacía reír, bailaba y, con los años, fue pasando de buscar un beso, a buscar tocar otras partes de su cuerpo, y de ahí pasó a querer meterlas en una cama. Y lo consiguió. Era un chico normal, que sabía que decir, sabía como actuar, sabía reírse si metía la pata. Tampoco era un Don Juan, pero no se podía quejar. Las que se quejaban eran ellas debido a lo vacíos que eran sus 'te quiero'. Las ignoraba por completo, cuando alcanzaba lo que quería, pasaban al olvido. Eso hico que no tuviera amigas y que, con los años, sus amigos pasaran de decir 'como te lo montas, amigo' a 'te estás pasando tío'. Esas palabras no sirvieron de nada. Cristian se limitó a cambiar de amigos, dejo a los que le miraban con caras raras y que había conocido de toda la vida; a los que le recibieron con los brazos abiertos y jamás querría haber conocido. Las risas aumentaron de volumen con sus conquistas a la vez que aumentaba la violencia. Se metía donde no le llamaban y junto a los aplausos recibía los golpes. La noche que tuvo un cuchillo en la mano se lo puso a alguien en la garganta hasta que los humos se relajaron para que nadie acabara herido, aquella primera tarde que pasó en el descampado logró acertar en la lata mientras empuñaba la pistola. ¿Qué habría sido de él si no hubiera conseguido salir de allí? Se volvió a agachar sobre la mesa, mientras apoyaba mas manos en ella. Esa noche soñaría y sabía con quien.

sábado, 25 de abril de 2009

Secreto

Al contrario de lo que pueda parecer, Cristian era hablador, le contaba arrancar, pero una vez que
lo hacía podía de cualquier tema. También sabía guardar secretos. Además tenía un secreto que no
había contado a nadie. Él no era un hombre bueno. Cualquiera que le escuchara decir eso o que
leyera su mente pensando eso de si mismo, acabaría pensando que se estaba infravalorando. Pero era
un hombre malo, lo había sido durante años. Durante esa época llamada adolescencia. Es cierto que todo el que pasa por esa época es, en mayor o menos medida, un rebelde contra todo. Cristian había tenido problemas con sus padres y otros parientes, con amigos y amigas, con casi todo el mundo. Pero había sido malo, había buscado peleas y de las serias, había usado a las chicas para sus fines... Era normal que no se acordara de su infancia, pues aquél niño se había transformado en un monstruo. Nunca había confesado que la culpa la tuvo una nota que dejo este mundo hace mucho tiempo. No puedo vivir ni un instante sin ti. Ambos hemos tenido la culpa. Se que esto no es lo que esperabas de mi. Ante todo te pido que sobrevivas por mi. Te quiero. La autora de la nota dejo este mundo poco después de escribirla. Critian jamás vio el baño de sangre en el que ella decidió acabar. Tuvo pesadillas durante un tiempo con esa escena. Pero de eso hacía mucho tiempo, ahora sus noches no eran tan terroríficas. En el fondo de su ser seguía vivo ese recuerdo, esa pesadilla. Ella estaba allí, siendo como era antes de llegar al fin.

viernes, 24 de abril de 2009

Infancia

Incluso en esos eternos viajes en transporte público soñaba. Fijaba la mirada a través del cristal en la nada. Y aunque sus ojos veían, su cabeza estaba en otra parte. En su mundo interior. Sus sueños no eran de esos que ocurrían en el mundo real, sus sueños hacía mucho que no se hacían realidad. Los había dejado de lado. Se puede decir que soñaba realidades. Soñaba sueños que podían pasar en la realidad. Nada de héroes y villanos, nada fantástico ni de ciencia ficción. Eran situaciones cotidianas. Nada más y nada menos. Encontrarse con alguien, una visita a algún conocido, rememorar viajes pasados y lo que en ellos había ocurrido. Eran sueños normales. Solo había una pega en esos sueños de recuerdos. Jamás volvía a su infancia. Y eso era muy curioso. Sus recuerdos sobre su infancia se habían difuminado en su memoria. Eso era algo extraño. Cuando hablaba con sus padres o con otros parientes sobre esos años, todos le contestaban lo mismo. Según ellos, él había sido el niño más risueño que habían conocido, activo, imaginativo. Tal vez no había comido bien durante un tiempo, tal vez había sido algo débil, tal vez pasaba mucho tiempo solo por el trabajo de sus padres por aquella época. Pero había sido un niño alegre y feliz. Eso le llamaba la atención, ¿porqué había olvidado esos años felices? Tampoco se paraba mucho a pensarlo, si podía llegar a ver que había sido como decían que era por entonces, y podía compararlo con su yo actual. Mucho, demasiado, había cambiado. Pero no soñaba con su infancia. No quería reconstruir en un sueño lo que no había sido, no quería trastocar los pocos recuerdos propios y los otros que había creado gracias a las palabras que le habían dicho. Además, lo único que quedaba de entonces en él era la imaginación y la soledad. El tiempo había borrado lo demás.

Círculo vicioso

Su vida era una rutina: despertarse, ducharse, vestirse, hacer la cama, desayunar y salir de casa hacia el mismo edificio alto e imponente. Allí entraba tras pasar los controles rutinarios, iba a las taquillas, cogía el material que necesitaba, iba al mostrador tras buscar lo que quería consultar, se pasaba horas y horas buscando, volvía a casa, se sentaba a esperar la hora de la cena y cenaba, esperaba a que le llegara el sueño y se dormía. Entonces su mente vagaba por distintos parajes, aunque siempre se detenía en el mismo. Una playa inesixtente, ya que ninguna escapa al control del hombre, no quedan playas vírgenes en las que se puede pasear en soledad al anochecer. Allí estaba agusto, feliz. Se sentía bien. Pero sabía que mucho más allá de la imaginación, la realidad no era así. Sonreía, se acariciaba la cabeza (pues hace mucho tiempo había renunciado a dejarse crecer el pelo) y caminaba hasta ese punto negro en la playa, el punto de retorno, el punto que le llevaría a la realidad, a la rutina. Aunque no se inmutaba, si el quisiera todo podría ser diferente o, al menos, en parte pero era cosa suya salir o no salir del círculo. Aunque todos lo decían, nos mal, otros bien: 'Si no has salido ya, es porque no te da la gana.' Él no se lo tomaba en cuenta, ellos tenían otros ojos y veían otras cosas que su espejo no le devolvía. Él no les culpaba. Recordó ese pensamiento mientras volvía a abrir los ojos, se desperezaba y comenzaba a pensar si alguna vez las piezas dejarían de encajar en su círculo.

jueves, 23 de abril de 2009

Él

Me han dado mucho nombres, unos buenos y otros malos. Pero no me he puesto ninguno. Pero soy tan de carne y hueso como todos vosotros. Aunque como a todos, mis padres me pusieron un nombre: Cristian. Nunca les he preguntado porque lo hicieron, pero la respuesta es simple:así se llama mi padre, así se llama mi abuelo. Es un tradición. Hay otras muchas en mi familia y las que también he heredado es el sueño, soñar sin parar, ser un idealista de todo y no saber reaccionar ante los problemas de la realidad. Es una herencia algo absurda y muy molesta. Aunque tiene algo bueno. Me sirve para hacer sonreir y que el mundo, todo, olvide los pesares. En esos momentos, cierro los ojos un instante, dejo volar la imaginación que rebusca en los confines de la fantasía. cuando vuelvo a abrir los ojos, ya no soy yo. Me he transformado en otro ser: soy Él.