martes, 21 de julio de 2009
Fuego
Es aquello que se encuentra en la mirada de todos los seres vivos. Es lo que provoca el odio y el placer. Nos impulsa a meternos donde no debemos acabemos bien o mal parados. Son los puños cerrados y las manos extendidas, para golpear o acariciar.
¿No es curioso que una mano caliente que acaricie una piel desnuda provoque escalofríos? ¿Ni que una boca húmeda en contacto con otra haga subir la temperatura? ¿O qué una pareja desnuda en un frío invierno tenga que quitar las mantas de la cama?
Pequeñas e inocentes caricias pueden hacer subir la temperatura. Dedos que se deslizan por la ropa, entre la ropa, por la piel. Buscamos unos brazos en los que estar, en los refugiarnos, en los que sentir el calor.. Buscamos compartir nuestro fuego y que nos den fuego. Buscamos a alguien que nos haga sentir esa sensación, que nos deje estar con ella y en ella, que nos de ese calor, ese fuego, que nos derrita, que nos queme, pero que no nos consuma.
El fuego esta en nuestros cuerpos ansiosos del fuego de los demás.
4. Poder
Ella dormía mal por las noches, desde siempre. Siempre se escapaba en mitad de la noche y se metía en la cama de su padre. Él siempre se despertaba antes de que sonara el despertador, pero no despertaba a su hija. En esos minutos se quedabe en silencio, pensando y, en ocasiones, como hoy, recordando.
Recordaba como era cuando era más joven, en la madre de su hija, en como todo se estropeó, en como la perdió y como ella misma se perdió, en como una mujer renunció a su propia hija, rehizo su vida y se olvidó de los dos para siempre.
El pitido taladrante del despertador lo trajo de vuelta a la realidad, la niña se movió como esperando que el sonido parara, pero al no hacerlo abrió lentamente los ojos y se encontró con los de su padre. La niña, aún más en el mundo de los sueños que en la realidad, sonrió.
El poder de esa sonrisa hozo que su padre se olvidara de todo, que su cara se iluminara, que sonriera y la abrazara. El despertador aún sonaba y los recuerdos no eran nada.
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Cuando acabé de contar esta historia también regresé a la realidad, a la mía. Estaba en un pub donde sonaba el último éxito del verano. Estaba lleno y me encontraba en la barra, sentado. A mi lado una chica me escuchaba, me miraba fijamente.
- Tengo la piel de gallina. Esa historia es increible. Tienes un don.
Sonreí un poco, aparté la mirada y negué con la cabeza, mientras ella se acercaba, para algunos, peligrosamente. Conocía la situación, ya la había vivido. en ocasiones me costaba conectar con la gente, no sabía que decir, como decirlo ni en que momento. Por eso recurría a las historias, todas ficticias o basadas en algún hecho personal o ajeno. Después de la historia surgía la conversación. Hacía mucho tiempo, había descubierto que lo que contaba gustaba y que en ciertos ambientes, a ciertas, tratando ciertos temas... lo tenía todo hecho.
- Oye... - empezó a decir ella, pero la impedí continuar. alcé una mano y negué con la cabeza. Muchos podrían criticarme por no seguir, otros por seguir. La cuestión es que él, yo mismo hace tiempo, habría seguido a delante, pero ya sabía el resultado: si pasaba de esa noche, en algún momento acabaría estropeandolo porque todo surgía de una mentira, de una historia que no decía nada de mi.
En mi mente de adolescente, antes, pensaba que lo que tenía era un poder, algo superior a la mente humana y que servía en todas las ocasiones y eso no es cierto, simplemente sabía lo contar lo que la gente necesitaba oír en algunos momentos.
Sonreí, me despedí, salí y me fui.
domingo, 12 de julio de 2009
3. La chica de la mirada
No sé como lo hace, pero siempre lo consigue, cuando alza la cabeza y mira al infinito, clavando en algo perdido en el horizonte con sus ojos verdes y esa sonrisa dibujada en el rostro… en ese momento todo desaparece. Incluso yo mismo desaparezco, me siento un simple observador, un mirón con un telescopio apuntado a la azotea. Es irreal.
Quisiera parar el tiempo y que nos quedáramos inmóviles, ella arriba, allí, sentada y con su mirada perdida y yo algo más abajo, contemplándola como si fuera un ser místico, místico y sagrado. Cuando pone esa expresión únicamente puedo escuchar mi propio corazón que parece detenerse poco a poco.
La primera vez que la vi me juró que odiaba su sonrisa, que odiaba sonreír, logré que cambiara de opinión a base de hacer el tonto para que riera. Fue una suerte que lograra convencerla para que sonriera y lograr que fueran pocas las veces que dejara de hacerlo.
La última vez que la vi sonreír su sonrisa era sincera, pero débil, una pequeña pero hermosa mueca. No hacía tonterías aunque si buscaba la forma de hacerme sonreír. Lo consiguió.
Toda tienda de fotos que se precie tiene una serie de retratos en vitrinas. En la nuestra también se encuentra esa sección. En una vitrina, disimuladamente en el centro se encuentra un retrato. En él se ve a una chica de pelo y ojos claros casi de perfil. Mira al horizonte, con la vista segura pero perdida. Sonríe.
La historia del principio no es un cuento inventado, ni dedicado a una foto, esta dedicado a un ser de carne y hueso. Ella no llegó a ver la tienda abierta. Ni supo que existía, ni que era un proyecto. Todo lo suyo fue muy anterior a este relato. Todo lo del relato es muy posterior a ella.
La chica de la mirada murió poco después de cumplir los 19. No llegó a disfrutar por completo de la vida. Sus años felices me los entregó libremente y yo fui feliz con ella mientras lo nuestro duró. Luego ocurrió lo que suele ocurrir en estos casos. Me hundí, me deprimí, me aislé… encontré una de sus cartas, la escribió antes de morir. Me pedía algo…
Puede que haya pasado mucho tiempo desde eso, pero por fin he podido hacer su último deseo realidad y si alguna vez dudo, tengo su retrato, mirando al horizonte, al futuro, sin miedo, sin dudas. Como ella lo hacía, como ella quería.
- No. - contesto serio y seguro.
Ya no lo hago. El pasado lo recordamos, pero no vivimos en él. Por eso sigo adelanto, aunque tenga su foto. Porque solo esta para recordarme porque me levanto cada mañana. Para vivir.
jueves, 9 de julio de 2009
2. Negocio. La curiosa relación con Marta.
Marta y yo, yo y Marta. Podría contar tantas cosas… Intentaré hacer un resumen. Nos conocimos por casualidad, tan simple como coincidir en un semáforo de peatones en rojo, escuchar que cantaba una canción y hacer un comentario sobre esa versión de la canción. Ella me escuchó y comenzamos a discutir hasta que tuve que bajarme en mi parada del metro. Realmente la discusión duró hasta el andén de la estación, allí ya decidimos presentarnos y comenzar a conocernos. Después de eso pasamos por todas las fases imaginables y posibles de la relación entre dos personas, absolutamente todas. Comenzamos como amigos y poco a poco nos fuimos conociendo más, mucho más, superamos las barreras de la amistad, para bien y para mal. Lo que empezó acabó, nos distanciamos, nos separamos, nos odiamos y casi nos olvidamos… Ahora somos socios, tenemos un pequeño negocio, una tienda de fotografía, que tiene lo mismo que toda tienda de fotografía: revelado, venta de artículos, hacemos fotos… pero no de carné, solo trabajamos en blanco y negro.
Existen distintos tipos de negocios: las franquicias, tiendas de las que encuentras clones dos calles arriba o abajo, se ven más los restaurantes de comida rápida, pero también las tiendas de determinadas marcas crecen como setas tras la lluvia. Luego están las que llamo tiendas calcadas, no es lo mismo que una franquicia, pero tiene algo similar, son tiendas agrupadas por el parecido de sus actividades, véase: panaderías, peluquerías, librerías, perfumerías y si, también tiendas de fotografía. Y por último están las tiendas originales como pueden ser las de artículos de broma o las de jabones o incluso las que venden algún tipo de elemento religioso o piedras curativas, si es cierto que no hay solo una de este tiempo en una ciudad grande, pero se ven menos.
Cuando nos planteamos abrir “El Ojo de la Cámara Oscura” pues así se llama la tienda, llegamos a la conclusión que sería una original tienda calcada. ¿Por qué fotografía en blanco y negro y no en color? Simple amor al arte, es algo que tenemos en común. Si puedes trabajar en algo que te gusta, adelante.
La tienda va relativamente bien, se puede decir que llegamos a fin de mes y podemos tener algún capricho. No hay mucha gente que lleve carretes para revelar, pero cada vez acude más gente en busca de retratos o sesiones de fotografía. Tampoco queremos más.
Por si queda alguna duda Marta y yo solo somos compañeros de trabajo, hemos recuperado parte de nuestra amistad, pero se ha quedado ahí, no hay nada más, no falta que hace, hablamos de nuestros asuntos, nos contamos nuestras cosas y nos aconsejamos en todos los aspectos de la vida. Pero no vamos a volver a pasar ninguna línea, no hace falta. Así esta bien y no es conformarse con poco, es más que suficiente.
Marta comparte piso con su amiga Laura, aunque esta última no creo que ocupe demasiado tiempo ni espacio en estas páginas, más que nada porque nos llevamos mal. Durante la fase de distanciamiento y odio, Laura se encaró en más de una ocasión conmigo y, aunque todo es pasó, aún me guarda cierto rencor y me pone mala cara si me ve a parecer por su piso. Piensa que las cosas volverán a ser como antes, que antes o después saltará una chispa entre Marta y yo, que todo volverá a ser como antes y que acabará igual de mal que antes o incluso peor. Eso no pasará, se lo hemos repetido una y mil veces, más veces incluso de lo que lo estoy repitiendo aquí, pero no hay manera, así es Laura. Cuando se le mete algo en la cabeza no hay forma de sacárselo.
En cuanto a mí, vivo en un pequeño estudio, es como una habitación en la que hay de todo. Tengo un salón-dormitorio que está algo separado de la cocina y, eso sí, el baño es independiente, con puerta y todo y suficientemente grande para que entre un lavaba, un váter y una pequeña ducha y tampoco te vas chocando con ellos al entrar, aunque al entrar da la sensación de estar todo pegado. Estoy pensando en mudarme a algo más grande. Espero encontrar algo en un par de páginas.
miércoles, 8 de julio de 2009
1. Empezando.
- Hola, soy Jorge y tengo 27 años.
Soy un chico heterosexual que no tiene problemas con los gustos ni la forma de ser de los demás. Respeto todas las razas, las inclinaciones religiosas y sexuales, puede que me de un poco de palo que un chico pretenda ligar conmigo y tenga que decir:
- Lo siento, pero no entiendo.
martes, 7 de julio de 2009
Eso
Un paso, dos pasos, tres pasos. Una ventana, ¿qué habrá al otro lado?
Tres pasos más. La puerta, ¿hay un mundo allí afuera?
En mitad del camino una silla que gira y gira y siempre mira al mismo sitio.
¿Tento tiempo perdido? ¿Habrá merecido la pena?
- ¿Tú quién te crees que eres?
Silencio.