martes, 21 de julio de 2009

4. Poder

El chico se despertó, notó el calor de un cuerpo a su lado, como un brazo pasaba por su pecho y algo mojado en el brazo derecho. No tenía que girarse para ver a la niña de seis años abrazado a él, y con un pequeño regero de baba saliendo de su boca y acabando en su brazo.

Ella dormía mal por las noches, desde siempre. Siempre se escapaba en mitad de la noche y se metía en la cama de su padre. Él siempre se despertaba antes de que sonara el despertador, pero no despertaba a su hija. En esos minutos se quedabe en silencio, pensando y, en ocasiones, como hoy, recordando.

Recordaba como era cuando era más joven, en la madre de su hija, en como todo se estropeó, en como la perdió y como ella misma se perdió, en como una mujer renunció a su propia hija, rehizo su vida y se olvidó de los dos para siempre.

El pitido taladrante del despertador lo trajo de vuelta a la realidad, la niña se movió como esperando que el sonido parara, pero al no hacerlo abrió lentamente los ojos y se encontró con los de su padre. La niña, aún más en el mundo de los sueños que en la realidad, sonrió.

El poder de esa sonrisa hozo que su padre se olvidara de todo, que su cara se iluminara, que sonriera y la abrazara. El despertador aún sonaba y los recuerdos no eran nada.

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Cuando acabé de contar esta historia también regresé a la realidad, a la mía. Estaba en un pub donde sonaba el último éxito del verano. Estaba lleno y me encontraba en la barra, sentado. A mi lado una chica me escuchaba, me miraba fijamente.

- Tengo la piel de gallina. Esa historia es increible. Tienes un don.

Sonreí un poco, aparté la mirada y negué con la cabeza, mientras ella se acercaba, para algunos, peligrosamente. Conocía la situación, ya la había vivido. en ocasiones me costaba conectar con la gente, no sabía que decir, como decirlo ni en que momento. Por eso recurría a las historias, todas ficticias o basadas en algún hecho personal o ajeno. Después de la historia surgía la conversación. Hacía mucho tiempo, había descubierto que lo que contaba gustaba y que en ciertos ambientes, a ciertas, tratando ciertos temas... lo tenía todo hecho.

- Oye... - empezó a decir ella, pero la impedí continuar. alcé una mano y negué con la cabeza. Muchos podrían criticarme por no seguir, otros por seguir. La cuestión es que él, yo mismo hace tiempo, habría seguido a delante, pero ya sabía el resultado: si pasaba de esa noche, en algún momento acabaría estropeandolo porque todo surgía de una mentira, de una historia que no decía nada de mi.

En mi mente de adolescente, antes, pensaba que lo que tenía era un poder, algo superior a la mente humana y que servía en todas las ocasiones y eso no es cierto, simplemente sabía lo contar lo que la gente necesitaba oír en algunos momentos.

Sonreí, me despedí, salí y me fui.

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