domingo, 3 de mayo de 2009

Carrera


Lo recordó durante todo aquel día. Entre él y alicia todo había ido bien hasta esa noche. Había estado nervioso. La panda había tenido problemas y llevaba el arma encima. La sacó cuando no debía, a quién no debía y con quién no debía. Ella había salido corriendo y no había vuelto a saber nada de ella. Había llamado, había intentado ir a su casa, pero nada, nada de nada. No podía tirar la puerta ni volver a sacar el arma para que le habríeran la puerta. Así que su corazón se congelo. Todo a su alrededor se congelo. Solo había un fuego en su vida, la gente con la que trataba, esa gente dificil y peligrosa y sabía que antes o después iba a acabar mal. Por eso decidió acabar con todo. Fue complicado trazar un plan en el que sus padres no llegaran a saber nada y, sin embargo, acedieran a mudarse a otra ciudad por el capricho de su hijo de 16 años. Pero lo consiguió y la tarde antes fue, donde siempre, y lo dejó todo: las armas, las llaves, los contactos, las agendas. Todo y se marchó. Evidentemente no había nadie, asi que nadie pudo detenerle, ni encararse con él. A la mañana siguiente, lo suficientemente temprano, iba apoyado, nervioso y alerta mirando por la ventanilla trasera del coche familiar. No apareció nadie. El quería escapar y le dejran escapar. Iba a ser duro no ser nadie en una ciudad pequeña. Pero tal vez se merecía eso. Las chicas, los amigos, todo... lo había cambiado según su antojo, asi que iba siendo hora de cambiarse a sí mismo. Según pisó su nuevo hogar, empezó una nueva vida, en la que pasaba desapercibido, en la que no llamaba la atención, en la que vivía solo por y pasa si mismo. Encerrado en si mismo. Y nadie sabía que estaba huyendo de si mismo y de pasado. Era su secreto.

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