¿Qué tiene la música en directo que une a gente de distintos gustos y tendencias para disfrutar en una sala llena de humo y calor? ¿Quién sabe?
Escuchar una canción lenta, triste, ajena que por un momento te traslada al mar tormentoso, violento y capaz de arrebatar la vida y saltar las lágrimas a toda la sala. Capaz de transportarme en el tiempo, a un pasillo medio vacío donde una chica me contaba sus terribles problemas pasados que también me hicieron llorar.
Así es como era. Una estatua de piedra por fuera y una magdalena por dentro.
La gente no cambia, eso lo tengo mas que claro. Tampoco voy a cambiar, esta más que claro. Mi cabeza está bien en su sitio.
El problema está en el directo. En el día a día. Subirse al escenario y comenzar a cantar o tocar es prácticamente imposible. Roma no se hizo en un día y el camino está lleno de obstáculos.
El show debe continuar.
¿Saltamos desde el escenario?
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